Hace poco nos enteramos del incidente que ocurrió entre un conductor de Uber y un carabinero. El hecho causó polémica porque terminó con el conductor herido por una bala del personal policial que buscaba poner atajo al automovilista que en un video aparecía con serias intenciones de atropellarlo.

Más allá del debate que levantó esta situación, en torno a quién tiene la culpa o a la necesidad de que el gobierno legisle sobre ésta y otras plataformas, me parece que el problema de fondo es otro: la mayoría de nosotros toma Uber -me incluyo- y pese a su ilegalidad, autojustificamos su uso por el mal servicio que prestan los taxis, pero «sin querer» contribuimos a esa ilegalidad porque nos acomoda. No pensamos en el delito, en los riesgos que corre el conductor de Uber al ser fiscalizado o al ser increpado por los taxistas. Solo pensamos en lo que es mejor para nuestro provecho personal. En buenas cuentas, «el fin justifica los medios».

Todos los que usamos Uber de alguna manera contribuimos a esta suerte de «ilegiladidad». Y lo hacemos porque creemos que tiene ventajas importantes: genera empleo, es una fuente de ingresos extra para mucha gente, los autos son de buena calidad, llegan a todas partes, no se necesita efectivo para usarlos, pues se carga a la tarjeta de crédito y, al ser una aplicación, creemos que es más seguro.
Si en la actualidad Uber transgrede la ley, ¿qué nos hace pensar que con una nueva normativa eso podría cambiar?

Muchos de los actos corruptos que se cometen en Chile tienen más que ver con nuestra idiosincrasia que con que la laxitud de nuestras leyes. Por lo mismo, más que robustecer las normas, debiéramos intentar mejorar nuestra cultura, comenzando por no ser cómplices, o aprobar una conducta, solo porque nos conviene.

¿Qué sacamos con aumentar las penas al cohecho y al soborno si más allá de la regulación los funcionarios públicos y las empresas no tienen un cambio de mentalidad que desacredite y descarte por completo ese tipo de conductas? Ese es el verdadero cambio que debemos lograr: sorprendernos, espantarnos y enojarnos frente a los casos de financiamiento irregular de la política, colusión, etc. Y no solo eso. También debemos intentar ser correctos en nuestras conductas cotidianas.

Por Susana Sierra

Fuente: La Tercera

Producido por Webit Studios