El bochornoso espectáculo de la interpelación en la Cámara de Diputados a la ministra Javiera Blanco, donde el foco estuvo puesto en los “favores políticos” de Gendarmería y en las irregularidades en el Sename, me confirma que el “destape de la olla” en Justicia va más allá de todos los escándalos que hemos visto en el último año.
No sé si les pasará lo mismo a todos los chilenos, pero al menos yo, no puedo creer haber sido tan ciega. Durante tantos años nos creímos los jaguares de Latinoamérica, pero poco a poco fuimos conociendo algunos casos. Empezamos con Penta, luego Caval, hasta llegar a SQM y enterándonos por los medios desde el financiamiento irregular de la política, hasta los abusos del hijo de la Presidenta Michelle Bachelet.
Sin embargo, siempre pensamos que eran excepciones, como manzanas podridas que no contagiaban al resto.
Fuimos tomando palco para ver cómo en el mundo político se echaba la culpa unos a otros y como todos se escudaban en la misma frase, “todos lo hacían”. Y a pesar de la evidencia, nos consolábamos diciéndonos que tan corruptos no podíamos ser, porque incluso los políticos “daban boleta”.
También conocimos el caso de la ANFP y defendimos a Sergio Jadue hasta que se nos escapó en un avión rumbo a Miami. Pero le dábamos una explicación al hecho, lo de Jadue no es un tema de Chile, es del fútbol, y siempre hemos sabido que la señora FIFA era corrupta, ¿o no?
En algún momento nos encontramos con una esperanzadora respuesta, gracias a la Comisión Engel, pero cuando ya se veía todo con luz de esperanza, se destapa una nueva olla, y a mi parecer más grave que todas las otras. En el ministerio de Justicia, supimos de “jubilazos”, la poco estética designación al mando del Sename de la ex fiscal del caso 27/F, y seguimos adentrándonos en aguas más turbias.
Así nos hemos enterado cómo funcionan las cosas en el aparato público, donde a través de asignaciones, nominaciones, sueldos, etcétera, se pagan los llamados “favores políticos”. Como el Whatsapp revelado por la diputada Marcela Sabat en la interpelación, donde un dirigente de los trabajadores de Gendarmería afín al Gobierno pedía una jefatura de departamento “con el visto bueno” de la ministra. Sí, estos favores también son corrupción. No con la imagen de los maletines de dinero de las películas, pero claramente son aprovechamientos del sistema.
Lo más grave es que todo este escándalo está ocurriendo en un ministerio que se supone que vela por la justicia de este país, y donde uno más esperaría que se actuara con el ejemplo. Porque, como diríamos en un capítulo del Chapulín Colorado, “¿y ahora, quién podrá defendernos?
Esto recién está empezando, la oposición anunció una acusación constitucional contra la ministra Blanco, y es probable que terminemos tirando un hilo que nos lleve a nuevos escándalos. Pero para quedarnos con el lado positivo, los chilenos ya no somos ingenuos, ya no podemos decir “esto le pasa a nuestros vecinos, no pasa en nuestro país”.
Aunque la transición sea dolorosa, nos estamos convirtiendo en un país menos corrupto, y donde vamos a pensar dos veces antes que nos ofrezcan algo que parece dudoso. Esta conciencia es la que nos permite tomar medidas para que esto no vuelva a ocurrir. Este es el desafío al que nos enfrentamos hoy: empezar a pensar en cómo hacemos las cosas y no sólo en el resultado que obtenemos de ellas.
Por Susana Sierra
Fuente: Cooperativa