El audio registrado por la abogada Leonarda Villalobos ha desatado una cadena de eventos que parece no tener fin, revelando un entramado digno de guion de serie de Netflix que, lamentablemente, profundiza aún más la ya frágil confianza en las instituciones.

Este caso es el último de una serie de escándalos que ha acaparado las noticias este último tiempo, como la corrupción en varios municipios del país o el Caso Convenios, y que van quedando en el olvido a medida que siguen apareciendo nuevos hechos. Sin embargo, todos ellos, dejan una honda herida en la sociedad, que no cree en nada ni en nadie, y que siente, ante nuevos y repetidos sucesos, que es la gota que rebasó el vaso.

Hoy, las instituciones sufren las consecuencias de los actos de unos pocos, porque mientras se investiga a alcaldes, jueces, fiscales, jefes policiales o empresarios, tendemos a juzgar a todos quienes se desempeñan en esos roles, generalizando la desconfianza y dañando la reputación de quienes actúan con integridad.

Las encuestas más recientes lo confirman. Según la Cadem, un 84% considera que el caso “Audio” no es aislado; solo el 10% de la población evalúa positivamente al Poder Judicial, mientras que un 82% desconfía de él y un 77% cree que no asegura la igualdad ante la ley. En la misma línea, el estudio Data Influye revela que el 83% de los encuestados piensa que en Chile no existe igualdad ante la ley. Por su parte, Pulso Ciudadano muestra que el 78,9% de los chilenos considera que la clase política es altamente corrupta; un 73,4% opina lo mismo del Poder Judicial, y un 62,3% cree que las instituciones públicas chilenas son corruptas o muy corruptas.

Incluso el medio británico Financial Times alertó que el caso “Audio” puede “dañar la imagen de Chile como un refugio de la corrupción en América Latina”, argumentando que “ha sacudido al establishment del país y amenaza con atrapar a varias de sus principales instituciones”.

Estos datos nos muestran cómo asuntos particulares trascienden a sus implicados y horadan la fe pública, sumergiéndonos en el descrédito total. La pregunta que surge es: ¿cómo podemos restaurar la confianza en un escenario que nos resulta adverso ante la repetición de escándalos de esta índole?

Ante esto, es importante actuar con cautela, ya que los escándalos de corrupción seguirán ocurriendo, y necesitamos que las instituciones y partidos políticos se mantengan firmes, dejando atrás las defensas corporativas y permitiendo que las investigaciones avancen sin interferencias. Negar categóricamente las acusaciones contra sus aliados solo erosiona aún más la percepción pública de que todos son corruptos y fortaleciendo el círculo vicioso de la desconfianza, donde la pérdida de confianza debilita las instituciones, y al mismo tiempo, permite que la corrupción permee.

La entrega del contenido del teléfono del abogado Luis Hermosilla podría revelar conversaciones que aumenten esa desconfianza pública, lo que, a su vez, podría generar una “cacería de brujas” indiscriminada donde personas sean juzgadas públicamente por estar entre sus contactos o mantener vínculos profesionales. Se debe tener cuidado al interpretar la información y no asumir que todos los mencionados son corruptos, para no agravar artificialmente esta crisis por enlodar a adversarios políticos. En esto, la prensa debe ser responsable al presentar la información y distinguir entre hechos y especulaciones.

Aunque es lamentable que ocurran estos casos, es mejor conocerlos, pues si no se abre la caja de Pandora, seguiríamos en la ignorancia absoluta, mientras sus protagonistas seguirían beneficiándose en la sombra y perpetuando el daño sin consecuencias.

El desafío más grande que enfrenta nuestra sociedad no es solo desentrañar los actos de corrupción, sino aprender de ellos para construir un sistema más justo y transparente, porque restaurar la confianza no será fácil ni rápido, pero es una tarea que debemos asumir con determinación. Esto requerirá que todos aportemos, partiendo por distinguir a los verdaderos responsables de hechos corruptos del resto de la institución a la que pertenecen. Y también debemos exigir a las instituciones un compromiso férreo con la integridad y la transparencia que no dé espacio para que la cadena de favores e influencias continúe operando en las sombras.

La profundización de la crisis de confianza, lamentablemente, nos perjudica a nosotros mismos.

 

Por Susana Sierra
Publicada en La Tercera

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