Por Susana Sierra, directora ejecutiva de BH-Compliance
Publicada en La Tercera
Vivimos en un momento crítico, donde la corrupción, el abuso de poder, la polarización, los extremos, las rencillas políticas y la desinformación generalizada han erosionado la credibilidad de los líderes y de las bases de nuestra sociedad, afectando la convivencia y el desarrollo de nuestra democracia.
A la desatada corrupción en municipios y algunos escándalos empresariales que se han conocido en los últimos años, se han ido sumando hechos que, como un guion de Hollywood, han dado un giro impensado, removiendo aún más los cimientos de lo que creíamos seguro, profundizando la crisis de confianza en nuestras instituciones y evidenciando que estas son más frágiles de lo que pensábamos.
El hecho de constatar que altos funcionarios públicos están involucrados en redes de corrupción, o que hayan salido a la luz vínculos oscuros entre el poder y el dinero, no solo ha expuesto la magnitud de la crisis, sino que ha deteriorado gravemente la percepción de los chilenos sobre lo extendida que está la corrupción en nuestro país.
La encuesta Claves Ipsos de octubre de 2024, por ejemplo, reveló que el Caso Hermosilla ha tenido un impacto transversal en diversas instituciones: el 75% considera que ha perjudicado la confianza en la clase política, el 74% en el Poder Judicial y el 71% en el Ministerio Público.
El estudio también muestra un cambio en la percepción sobre las fundaciones sociales, las cuales, debido al impacto del Caso Convenios, han aumentado su imagen negativa al verse asociadas a la corrupción, pasando de un 38% a un 43%.
Por su parte, el Caso Monsalve ha golpeado fuertemente al gobierno, generando dudas sobre su capacidad en el manejo de crisis. Según Cadem, el 76% desaprueba la gestión del Ejecutivo, percibiendo un intento de ocultar la denuncia.
Todos estos hechos provocan decepción y enojo, alimentando un creciente sentimiento de desesperanza. Para comenzar a salir de este sombrío panorama, debemos ser capaces de reconocer la raíz de nuestros problemas y hacernos cargo de buscar las soluciones. Y eso parte porque todos nos midamos con la misma vara.
Un estudio reciente de Criteria reveló que los chilenos exigen un estándar moral más alto a los políticos que a los empresarios o a sí mismos. Aunque es comprensible exigir una mayor consecuencia a nuestros representantes, no podemos olvidarnos de nuestras propias acciones. Actuar correctamente no solo implica cumplir con la ley, sino también evitar incurrir en aquello que puede ser legal, pero éticamente reprochable. Muchas veces esos pequeños resquicios pueden llevar a grandes escándalos, como sucedió con el Caso Convenios.
Un aspecto alentador es que, pese a su cargo, poder o influencia, los responsables de los recientes escándalos estén enfrentando a la justicia como cualquier ciudadano. Esto demuestra que, aunque debilitadas, nuestras instituciones aún funcionan.
La crisis actual nos invita a reflexionar sobre la cultura de la tolerancia selectiva, esa actitud que permite que ciertos comportamientos cuestionables pasen desapercibidos cuando benefician a un grupo específico o provienen de nuestro propio entorno. Esta doble moral, donde se exigen altos estándares a los demás, pero se justifican acciones cuestionables en lo personal, perpetúa una crisis de confianza que nos afecta a todos.
Sin embargo, esta misma crisis puede ser una oportunidad para adoptar medidas concretas que fortalezcan la gobernanza de nuestras instituciones, rediseñando procesos y estableciendo sistemas de supervisión más efectivos. Cada caso ha expuesto debilidades que es necesario corregir, pero es importante entender que no todo se resuelve con leyes.
El verdadero cambio comienza en cada uno de nosotros, especialmente en quienes lideran nuestras instituciones, reflexionando y asumiendo la responsabilidad de la cultura ética que construimos día a día. Solo una sociedad activa y consciente puede exigir los estándares éticos necesarios para recuperar la confianza perdida. Además, debemos conversar estos temas en nuestras casas, enseñando a nuestros hijos que no todo es blanco o negro, y que muchas veces nos enfrentaremos a decisiones que deberemos tomar con responsabilidad.
Si solo nos limitamos a lamentarnos sin actuar, nadie gana, y es Chile quien pierde. Todos debemos ser parte de este cambio si queremos resultados. Como dice la frase que se atribuye a Gandhi: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”