Por muy doloroso que sea para el ego de los chilenos, somos una sociedad con problemas de ceguera. Hasta hace muy poco, (y sigue siendo así en lo general), los chilenos no queríamos ver y pensábamos, cándidamente, que en Chile todo funcionaba bien y no pasaba nada en las altas esferas de los negocios.
«Sobre todo, en los casos de corrupción en las altas esferas políticas del país, con financiamiento irregular en las campañas y otros, donde además, muchas empresas privadas y «dueños controladores» han tenido incidencia en la ejecución de malas prácticas.»
Sin embargo, el 2015 y lo poco que va de 2016, han sido períodos empapados de «destapes» y de malas prácticas empresariales, donde conocimos al menos 10 casos, entre cohecho, colusión, tráfico de influencias y malas prácticas que involucran tanto a la elite empresarial del país, como a la política.
Y es que, de un tiempo a esta parte, –desde La Polar a lo sucedido recientemente con Sergio Jadue–, han llevado a que la ciudadanía esté informada y mucho menos tolerante. Hoy, afortunadamente, existe un poco más de claridad en cuanto a lo que está bien y mal: si antes se perdonaba la ignorancia y la respuesta «yo no sabía», hoy una refutación así es inadmisible.
Sobre todo, en los casos de corrupción en las altas esferas políticas del país, con financiamiento irregular en campañas y otros, donde muchas empresas privadas y «dueños controladores» han tenido incidencia en la ejecución de malas prácticas.
Y es que, al estudiar la relación entre corrupción empresarial y política, estos están tremendamente ligados; así es como han empezado todos los casos en países vecinos, donde los empresarios han llegado a manejar diversas esferas de los gobiernos locales.
Las razones tras esta renovada actitud de los chilenos pueden explicarse de varias formas. Además de tener los ojos más abiertos, hoy tenemos una Fiscalía Nacional Económica más proactiva, que trabaja en este tipo de delitos de manera intensa y efectiva. Sin embargo, más allá de que se está denunciando lo que «hace ruido», seguimos siendo locales y no globalizados.
Por ejemplo, conocimos las malas prácticas de CMPC y SCA al cierre del 2015; y hoy nos ha golpeado el caso de colusión de las cadenas supermercadistas Cencosud, SMU y Walmart, acusándolas de haber participado en un acuerdo para fijar, a través de sus proveedores, un precio mínimo de venta de la carne de pollo fresca. Un caso que, con el destape de la «colusión de los pollos» sucedida hace un par de años. Sin embargo, nadie se pronunció al respecto.
¿Medidas concretas a tomar? Derechamente se deben trabajar para superar las fallas en el sistema de incentivos y capacitación de los empleados en las compañías chilenas. Falta un rayado de cancha importante, sobre todo en temas de educación empresarial. No es suficiente sólo con fiscalizar, sino también clave es educar para prevenir, un punto en el que los directorios y la alta gerencia de las firmas tienen la principal responsabilidad de no alinear los incentivos con buenas prácticas.
Y no solo ellos, también el gobierno debe tomar cartas en el asunto, ya que ponerle un «precio» bajo a la sanción, puede generar que a la empresa incluso le pueda convenir «portarse mal».
El llamado final es a abrir los ojos y a estar alertas: en Chile y en el mundo están pasando miles de cosas que nos afectan a todos, en el día a día, y cada uno de nosotros, como individuos somos parte actividad de esta sociedad y co-responsables de frenar las malas prácticas en los negocios.