Aprendamos la lección, dejemos de mirar solamente los KPIs basados en resultados, lo que realmente importa es el cómo llegamos a los resultados o metas que nos proponemos. Si no tomamos en cuenta esa recomendación, el riesgo es altísimo, pues les aseguro que los escándalos empresariales van a seguir ocurriendo.

Últimamente he notado a los empresarios más preocupados de lo normal. La aparición de las nuevas regulaciones, específicamente de las que están siendo incorporadas a la Ley de Responsabilidad Penal de las Personas Jurídicas, como administración desleal y soborno entre privados, sumado a las normas que ha emitido la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), como la circular N°385 y la N°386, están agitando las aguas en el sector privado y eso no pasa inadvertido.

Entiendo la inquietud, dado que la normativa es sólo una parte de todo el trabajo que una mesa directiva debe articular, donde además, la transformación digital se instaura como un nuevo desafío, y como si fuera poco, configura una gran presentación de malabares, con la idea de que la estrategia sea la correcta, para así seguir la senda del crecimiento sostenido.

Hay algo indiscutible, los directores no podemos gastar todo nuestro tiempo en materia regulatoria, ya que hay que hacer frente a los temas anteriormente descritos, pero si debemos tener un panorama claro para dar paso a la adaptación constante de la compañía, siempre pensando en la estrategia como marco determinante.

La misión no es tan difícil como se cree, por algo algunos puntos de la regulación se copian desde afuera. No hay escusas, sobre todo porque las empresas no nacen con el propósito de hacer el mal. Son las circunstancias y la poca consistencia sobre instaurar una cultura de hacer bien las cosas, las que pueden jugar una mala pasada. Aquí me quiero detener: son las personas las que componen la empresa y la historia nos ha enseñado que nos hemos equivocado en confiar más en personas que en los procesos y en las mediciones de éstos.

Es deber del directorio abrir los ojos y tener siempre en cuenta que, aunque por «muy buenas» que sean las personas, las empresas cometen delitos y sí, también pasa en Chile. De otro modo, nunca hubiéramos tenido casos como los de La Polar, SQM, Penta, Corpesca, CMPC, por nombrar algunos.

Aprendamos la lección, dejemos de mirar solamente los KPIs basados en resultados, lo que realmente importa es el cómo llegamos a los resultados o metas que nos proponemos. Si no tomamos en cuenta esa recomendación, el riesgo es altísimo, pues les aseguro que los escándalos empresariales van a seguir ocurriendo.

Y aquí surge una herramienta que puede contribuir al correcto manejo empresarial: el cumplimiento, que erróneamente se asocia a un protocolo más, cuando se le podría sacar mayor provecho.

Seamos sinceros, los manuales de ética con apariencia de ladrillo nadie los lee, se caracterizan por estar llenos de checklist eternos, completamente pasados de moda. Por eso llegó la hora de hacer del compliance un aliado corporativo que nos ayude a visualizar con claridad los procesos que hacen crecer (o perjudican) nuestro negocio, y que si o si fortalecen bajo la línea de la probidad.

Para apegarse al cumplimiento no importa el tamaño de la compañía. Aunque sea una startup que recién está partiendo, una Pyme con 15 trabajadores, o una multinacional con miles de colaboradores; cada una de ellas puede (y debe) enfocarse en los procesos y fiscalizar que se cumplan. Lo único que cambia es la cantidad de protocolos que necesitan, lo que está dado por el tamaño y el rubro de la compañía.

Si queremos cambios reales debemos modificar nuestra actitud, y el rol de las empresas es clave en este sentido: las decisiones que toman y la forma que tienen a la hora de hacer negocios si importan.

Seamos realistas, ya que no podemos aguantar otro escándalo desde el mundo corporativo, porque terminará por destruir la confianza en las empresas y heredaremos a las nuevas generaciones un país del cual difícilmente podrán sentirse orgullosas. Como bien decía Albert Einstein: Si buscamos resultados distintos, tenemos que cambiar nuestra forma de actuar.

Por Susana Sierra

Fuente: Revista Capital

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