Hace algunos meses conocimos el demoledor informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU, que advierte los peligrosos e irreversibles efectos del calentamiento global si no nos tomamos este asunto con la seriedad que amerita. En efecto, ya estamos en un punto de no retorno.

Y justamente, la COP26 que finalizó hace unos días en Glasgow, era el escenario perfecto para debatir y buscar acuerdos en torno a esta emergencia mundial. Sin embargo, sus resultados dejaron cierto sinsabor al evidenciarse que habrían primado intereses particulares y cortoplacistas, por sobre una mirada estratégica y de largo aliento, y donde las conclusiones parecen no ser suficientes para evitar una catástrofe climática.

Un claro ejemplo fue la enmienda introducida a última hora por China e India al documento en redacción, donde reemplazaron la palabra “eliminación” por “reducción progresiva” del uso del carbón y los subsidios a los combustibles fósiles ineficientes. Un cambio que matiza el anhelo de acelerar la eliminación de esta energía, pero que también refleja un “gallito” de poder e indiferencia respecto a la emergencia que nos aqueja. Pese a lo anterior, que se haya nombrado al carbón como una de las causas del cambio climático, representa un avance.

Lograr consensos y compromisos idóneos no resulta fácil cuando se discuten temáticas tan trascendentes entre representantes de 197 países tan disímiles entre sí. Menos aún ante la presencia de más de 500 lobistas de la industria fósil, que habrían llegado hasta Glasgow para intentar influir en las discusiones, según informó la organización Global Witness. Cuando hablamos del futuro del planeta y, por lo tanto, de nuestra existencia, el lobby resulta antiético.

Ante la realidad del cambio climático el papel de las empresas en la creación de entornos más sustentables, así como en la eliminación de los obstáculos que impidan este avance, es esencial. En esa línea, han cobrado cada vez mayor fuerza los criterios ambientales, sociales y de gobernanza -ESG, por sus siglas en inglés-, como eje de acción. Esto, porque hoy las empresas deben ser sostenibles, evaluar sus propios riesgos (solo los que los afectan), contar con el talento idóneo y conectar con las exigencias de su entorno, de lo contrario están condenadas a desaparecer. Por lo mismo la adopción de estos criterios se debe generalizar, para lo cual las empresas deberán definir su propósito y evaluar cómo lo integran en el negocio, pero no como un apéndice, sino como parte del corazón de este.

Y así lo está haciendo la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) a través de su nueva normativa que incorpora exigencias de información sobre sostenibilidad y gobierno corporativo en las Memorias Anuales de empresas reguladas por la entidad, para que reporten sus políticas, prácticas y metas adoptadas en materia ESG. De esta forma las empresas podrán revisar sus políticas y acciones, e incluso comprarlas con las que están llevando a cabo otras, lo que permitirá elevar los estándares.

Asimismo, la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) lanzó un compromiso empresarial para participar en el debate de temáticas contingentes, definiendo entre sus compromisos el fortalecer una cultura de integridad en las empresas para generar mayor confianza, transparencia y desarrollo sostenible; así como un pacto por la equidad, igualdad de oportunidades, el cambio climático, uso eficiente del agua y el avance hacia la carbono neutralidad.

Y también sumándonos a esta desafío, diversas asociaciones gremiales y empresarios suscribimos al compromiso “Chile con propósito” en el encuentro organizado por la Corporación 3xi, para profundizar la sustentabilidad integral de las empresas.

Sin duda, son muy buenos primeros pasos para avanzar hacia el cambio. Pero, es de esperar que estos compromisos no queden solo en buenas intenciones ni mucho menos en el greenwashing, que describe a las empresas que toman la sustentabilidad como un negocio y no como su propósito, realizando cambios que son más de forma que de fondo y, por lo tanto, haciendo uso engañoso de la comercialización e inversión verde.

Por lo mismo, es esencial que se entienda desde lo más alto de las empresas, el rol que estas juegan en la sociedad, así como la necesidad del trabajo mancomunado para lograr las exigentes metas que impone la emergencia climática global. Si eso no queda claro, cualquier anuncio que no se sienta ni se haga propio, será visto como una estrategia para sacar partido de una tragedia.

Estamos dejando una huella imborrable en nuestro planeta y debemos ser conscientes de ello. Ya no basta con las buenas intenciones, es tiempo de acción.

Fuente: La Tercera

Producido por Webit Studios