En medio de una crisis económica global y la aparición de nuevos y sofisticados riesgos, las compañías se ven amenazadas, debiendo implementar nuevas medidas de control para prevenir delitos. Y es que el escenario es totalmente nuevo. Vivimos en un mundo acelerado donde el cambio es la única constante, y en el que las innovaciones están revolucionando nuestra vida cotidiana, poniendo sobre la mesa temáticas hoy trascendentales como ciberseguridad o protección de datos personales. Al mismo tiempo la escalada del narcotráfico y el crimen organizado y su intento por penetrar a la economía formal a través de las empresas, ponen doble atención en la urgencia de la prevención.

De ahí que los programas de compliance cobren el alto valor que tienen hoy en el mundo actual. No como un checklist que se remita al cumplimiento de normativas, sino como un elemento diferenciador que demuestre que la empresa tiene claros sus riesgos y está haciendo todo lo posible por prevenir delitos, potenciar buenas prácticas y aplicar la ética en sus acciones. Esto no solo porque de eso dependerá la salud de su negocio, sino porque será su sello frente sus públicos de interés.

«Algunos de los mayores riesgos en los que se ven envueltas las organizaciones en materia de cumplimiento (o incumplimiento) pasa por tener controles ineficientes, minimizar los riesgos, tener poco interés en fomentar una cultura de integridad, guiarse por incentivos u objetivos mal alineados y, sobre todo, porque las empresas creen que lo están haciendo bien»

Muchas empresas que se han visto envueltas en casos de corrupción o que implementaron políticas estándar sin adecuarlas a su propio negocio o industria, pensaron que el solo hecho de contar con un programa de compliance sería suficiente para evitar malas prácticas, chocando de golpe la expectativa de cumplimiento con la realidad. Justamente, algunos de los mayores riesgos en los que se ven envueltas las organizaciones en materia de cumplimiento (o incumplimiento) pasa por tener controles ineficientes, minimizar los riesgos, tener poco interés en fomentar una cultura de integridad, guiarse por incentivos u objetivos mal alineados y, sobre todo, porque las empresas creen que lo están haciendo bien.

En esta línea, el Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ), anunció algunos cambios en sus políticas para perseguir la corrupción empresarial, los que marcan un precedente histórico para todo el mundo, ya que, si bien estas nuevas medidas se están aplicando a empresas norteamericanas, no olvidemos que las acciones corporativas de las empresas en cualquier país con un mínimo vínculo con Estados Unidos, podrían ser juzgadas a través de la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero (FCPA), y dada la globalización, las posibilidades aumentan.

A modo de resumen, las nuevas políticas se orientan a que las empresas hagan lo correcto, invirtiendo en programas de compliance sólidos, en el que los procedimientos anticorrupción se apliquen, monitoreen y cumplan, buscando prevenir la mala conducta antes de que ocurra. El foco estará en: (i) el incentivo a la autodenuncia, premiando a las empresas que cooperen con la investigación; (ii) perseguir la responsabilidad individual, con el fin de que las empresas sean capaces de identificar a quienes cometieron los delitos, evitando la responsabilidad jurídica; (iii) considerar las compensaciones e incentivos a sus programas de compliance, siempre monitoreando y midiendo que estas se cumplan; e (iv) intersectar los delitos corporativos y amenazas a la seguridad nacional.

«La sociedad hoy espera un mayor compromiso del sector privado en la lucha contra la corrupción»

Todo lo anterior, refuerza la importancia del compliance para las empresas, haciéndolas responsables de prevenir, monitorear y denunciar la corrupción cuando ocurra. Esto representa una enorme oportunidad para las compañías de demostrar su real compromiso con la ética, probidad y transparencia, haciéndolo no solo lo hará por el beneficio propio, sino que colectivo, entendiendo que es responsabilidad de todo salir de la crisis, elevar los estándares y enfrentar la corrupción que no parece dar tregua.

La sociedad hoy espera un mayor compromiso del sector privado en la lucha contra la corrupción. De hecho, el Barómetro de la Confianza 2023 indica que hoy las empresas son las únicas instituciones vistas como competentes y éticas, lo que trae un enorme desafío para que estas estén a la altura de las circunstancias.

 

Por Susana Sierra
Publicada en ESG Hoy

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