La globalización y la automatización han sembrado la semilla del proyecto propio en las personas, más aún si las posibilidades de encontrar trabajo escasean. Esta combinación es clave para explicar el aumento de los mercados informales, cuyas consecuencias parecieran no estar siendo analizadas del todo. Quienes hemos dado ese paso sabemos lo complejo que es emprender. Por lo general todos partimos optimistas, pero en el camino muchos decaen porque entrar en equilibrio puede tomar más tiempo de lo esperado y vivir de aquello que se produce pasa a ser el gran desafío.
Es por eso que ser emprendedor es una tarea difícil en la que se asumen grandes costos. Por ejemplo, aquellos cuya fuente de ingresos es el arte, o producir eventos como matrimonios, muchas veces hacen «excepciones» para ofrecer lo que ellos creen una mejor atención a sus clientes y, por inocencia o inexperiencia, se equivocan en la manera de hacer negocios.
Concretamente hablo de la boleta o factura que se da luego de prestar un servicio. Probablemente muchos emprendedores tienen la máxima: «¿Por qué tengo que dar factura si el resto no lo hace?», entendiendo el contexto de lo precario que es partir como emprendedor, un David contra Goliat si se compara con las grandes industrias.
Pero hay un tema aún más delicado. Desconocemos el origen de los dineros que compran arte, joyas y la producción de matrimonios, por nombrar algunos. Y sin dar boleta facilitamos que se pueda cometer lavado de activos, lo que perjudica al emprendedor y puede prestarse para malos entendidos en caso de que, en una investigación, se pida el comprobante a quien adquirió un producto o servicio. ¿Cuántos de nosotros se han casado y les han facturado el total de su matrimonio con IVA incluido? Probablemente muy pocos. Les cuento que eso también es corrupción.
Le pedimos explicaciones, ética y moral a las empresas y a los políticos, pero también fallamos muchas veces sin darnos cuenta. Recordemos que todos somos corruptibles. Por eso, hacer la corrupción consciente y erradicarla es tarea de todos, y se parte por casa. Todos contribuimos con nuestro grano de arena desde las pequeñas cosas: sin evadir el Transantiago, sin pedir licencias falsas, sin copiar en las pruebas, etc.
Por Susana Sierra
Fuente: La Segunda