Somos de los países menos corruptos de América Latina. Nadie lo discute. Incluso a nivel mundial nuestros índices son positivos. Muchos destacan el funcionamiento de nuestras instituciones. Pero ¿Es suficiente? No. Más bien es una oportunidad para hacer mejor las cosas. Considerando nuestros galardones y admitiendo que también hemos cometido errores, Chile debería adoptar una postura estratégica respecto de estos temas.
¿Cómo? Trabajando en la creación de una cultura del deber ser. En relación a la empresa, pública o privada, sabemos que el rol del directorio es clave. Más allá de l
as leyes, está demostrado que cualquier acto que tenga la compañía será su responsabilidad. Los accionistas esperan que este grupo le dé valor a la firma, que haya un trabajo serio y que los directores estén encima de lo que hace la plana ejecutiva, a la que ellos mismos le delegaron quehaceres. La recomendación es ser desconfiados, cerciorarse de los hechos y aplicar un mayor control. Lo que hizo Eliodoro Matte al afirmar que no sabía de la colusión que mantuvo CMPC y SCA en el mercado del papel tissue no puede repetirse. Un director debe estar al tanto de
todo y velar por el correcto funcionamiento de la compañía.
¿Por qué en lugar de romper la regla no nos esforzamos por dar lo mejor que tenemos? Todos queremos ser número, crecer en ventas y en participación de mercado. No es malo. Pero hay que aprender a decir que no a las malas prácticas creando un hábito. Ya veremos cómo retorna la confianza de la ciudadanía.
En la firma de la que soy parte, nos certificamos como ‘empresa B’. Esto quiere decir que queremos cumplir un compromiso de generar impactos positivos socio-ambientales, operando con altos estándares de desempeño. Para pertenecer a esta categoría no se necesita ser parte de un rubro en particular, tener un tamaño determinado o facturación sobre cierto monto; es un tipo de compañía comprometida a transitar un camino de mejora, considerando a los consumidores, los trabajadores, la comunidad, los inversionistas y el medioambiente. Es simbólico pero nos enseña el camino de cómo se hacen bien las cosas.
Por Susana Sierra
Fuente: Pulso