osas, que estén capacitados sobre lo que dictamina la ley y que se atrevan a denunciar si ven alguna irregularidad. Debe ser alguien cercano, que inspire confianza para dar este paso sin temores.
Ese cargo del que hablo, de suma importancia, es el del «oficial de cumplimiento». Alguien que no puede ubicarse en un escritorio aislado. En términos sencillos, puede ser visto como el acusete de una sala de clases. Pero ese concepto erróneo es el que debe evitarse; alguien tímido, y sin aptitudes de líder, no puede ser oficial de cumplimiento.
A la hora de contratarlo, las compañías deben tener en cuenta que lo más importante en ese rol son las habilidades blandas del postulante. No se necesita que estrictamente sea abogado o contador. Sólo debe conocer la ley. Debe ser una persona que esté en contacto con todos los equipos de trabajo al interior de una firma.
El oficial de cumplimiento debe contar con la suficiente autonomía, facultades y recursos para llevar a cabo sus funciones adecuadamente. Es la base para que todo esté en regla, pero no sólo de manera técnica. Como el dueño del restaurante que, además de participar en las preparaciones que se hacen en la cocina, también es la cara visible del lugar, quien se dirige a las mesas para preguntarles a las personas qué les pareció la cena para luego implementar esas observaciones. Parece muy lógico. No olvidemos que el «compliance», o cumplimiento, es sentido común.