Los malhechores actúan por codicia, hurtando dineros fiscales, recibiendo sobornos, aceptando invitaciones y regalos onerosos, pactando ficticias alzas de precios, aprobando leyes espurias, creando fondos especulativos para captar ahorrantes ingenuos. Las tretas son numerosas. Todas reportan ganancias inmensas. Es indignante. En esto han caído funcionarios públicos de alto nivel (civiles y uniformados), parlamentarios y ejecutivos de empresas.
Opiniones de peso
El tema abordado por Agnic y Sierra es de tal relevancia que en la entrega de antecedentes y fijación de posturas entregaron sus testimonios al libro 37 personalidades, desde la presidenta Michelle Bachelet a los exmandatarios Sebastián Piñera, Ricardo Lagos y Eduardo Frei. Participaron por el sector privado Fernando del Solar (Nestlé), Peter Hill (Cámara de Comercio), Jorge Carey (abogado) y Jorge Awad (empresario), la consejera del Banco Central Rosana Costa y el senador Carlos Montes, entre otros.
No hay duda: esta obra viene respaldada por opiniones de peso. El abogado Juan Ignacio Piña, expresidente del Consejo de Defensa del Estado, en la presentación oficial del texto señaló: «Si queremos hablar en serio de corrupción, tenemos que hacernos cargo de la que está ligada al sector privado (…) si nos vamos a tomar esto en serio, tenemos que tener en cuenta que la corrupción no es un fenómeno que sólo se ataca legalmente (…) Necesitamos una confianza lúcida, con una cierta dosis de escepticismo», indicó Piña.
Por su parte, en la misma instancia el economista Fernando Coloma, exsuperintendente de Valores y Seguros afirmó: » Ojo con caer en la ética de la conveniencia… Cuando uno quiere ser ético por conveniencia y no por convicción. Ahí está el enfoque del cumplimiento y de la integridad (…) No es hacer bien porque me conviene, es porque hay que hacerlo bien», enfatizó.
La presidenta Bachelet, que no pudo asistir al evento, envió una nota en la que, además de reconocer el mérito de las autoras, señaló que con esfuerzos como los de este libro, y con la contribución de todos, «podremos avanzar a la construcción de una sociedad más democrática, en la que sus ciudadanos confíen en sus instituciones».
Tus dos y dos más
Las autoras, tras su investigación, concluyen que la corrupción ha dejado de percibirse como un problema exclusivo del sector público. «Es imposible negar que las empresas, como actores sociales de gran importancia, tienen una responsabilidad que no pueden ignorar…Ciertamente no pueden desentenderse de la sociedad para perseguir únicamente el enriquecimiento de sus dueños y ejecutivos. En suma, no pueden operar de espaldas al público».
Sergio Espinoza, que es director de Egmont, grupo de agencias de inteligencia financiera, les dijo a las autoras: «Para que se cumpla el clásico ejemplo de corrupción -soborno de funcionarios públicos para obtener beneficios ilícitos- se necesita la participación de agentes privados». Es decir, siempre hay dos involucrados: el que ofrece la coima y el que la acepta.
Ciertamente, en esta investigación se mencionan casos como el del desaforado senador Jaime Orpis, por Corpesca; el del expresidente Piñera, por LAN Argentina y Natalia Compagnon por Caval. Estos tres personajes aparecen asociados al término «corrupción». Lo mismo sucede con los escándalos de Penta y SQM.
Se citan las colusiones de farmacias, pollos, papel confort, las estafas de La Polar, de Alberto Chang. La lista es larga. Pero el ciudadano «de a pie» tampoco se libra. Francisco Gazmuri, director de la Asociación de Emprendedores, habla de los que se jactaban de haber comprado pasajes de American Airlines cuando cometieron error en los precios, y Juan Ignacio Piña de los que cotidianamente viajan sin pagar en el Transantiago o los que se consiguen licencias médicas falsas. «Se trata de un problema de raíz cultural», sostiene.
Números vergonzosos
Dentro de las cifras relevantes citadas por «Corrupción a la carta» hay muchas que preocupan: 8 de cada 10 chilenos considera que «somos un país corrupto» y un 7% afirma haber pagado una coima para facilitar un trámite.
Entre 2012 y 2015, la percepción de que los organismos públicos son muy corruptos ha aumentado de un 15 al 57%, «¡en tres años!», exclaman las autoras.
Un estudio de KPMG —la empresa que lidera el área de servicios forenses (investigación de delitos financieros)- dice que el 65% de los defraudadores son empleados de la organización víctima y más del 21% son ex empleados.
De los defraudadores que eran empleados, un 38% trabajó en la organización por más de 6 años. Cuatro de cada 10 de los defraudadores goza de buena reputación.
Las autoras
Susana Sierra es ingeniera comercial titulada en la PUC y también MBA-UC. Ha sido docente de las cátedras «Creación de Empresas» y «Emprendimiento Práctico»; en la Universidad de Los Andes y es co-directora y profesora del Diplomado Compliance y Buenas Prácticas Corporativas de Facultad de Derecho de la PUC, que está orientado a reflexionar y profundizar en las materias responsabilidad empresarial, en materia de libre competencia y de la regulación medioambiental.
Señala Sierra que muchas de las leyes sobre probidad se han dictado «luego de escándalos; eso evidencia que siempre estamos siendo reactivos o teniendo la esperanza de que la legislación lo es todo. Cuando pensamos en corrupción con nombre y apellido, no pensamos en que nos puede pasar a nosotros, por eso no pensamos en la solución»
Tamara Agnic es ingeniera comercial de la Usach con MBA de la Adolfo Ibáñez. Fue superintendenta de Pensiones (20142016), antes, entre 2009 y 2012, fue la directora de la Unidad de Análisis Financiero, organismo estatal descentralizado cuya misión es prevenir e impedir delitos económicos. Actualmente es directora de la mencionada KPMG.
Por su parte, comenta que en estas materias «tenemos que trabajar juntos, el sector público y el privado, y colaborar mutuamente».
Ambas aceptaron compartir con Cambio21 las ideas y conclusiones contenidas en «Corrupción a la carta».
1. De acuerdo a lo investigado: ¿dónde hay más manzanas podridas? ¿En la esfera pública o la privada?
Más que hacer un ranking entre el sector público y privado, lo importante es tener claro que en cualquier ámbito se pueden desarrollar actos catalogados como corruptos. Lo relevante es que tengamos clara conciencia, no solo como individuos, sino también como sociedad, de que el problema existe, está entre nosotros y que, por tanto, tenemos la responsabilidad y el deber de protegernos ejerciendo las acciones que estén a nuestro alcance para dificultar la existencia de incentivos que nos empujen a cometer acciones indebidas. Cuando hablamos de manzana podrida nos referimos a que siempre vemos la paja en el ojo ajeno, pero no reconocemos que nos puede pasar a nosotros.
2. Creíamos que estábamos libres de esta plaga. ¿Cuándo empezamos a perder la inocencia?
Vivimos en un mundo donde el desarrollo’de la tecnología y de los canales de comunicación nos permite tener a nuestro alcance una cantidad de información casi infinita. Por lo tanto, es esta circunstancia la que hoy nos hace tener más conciencia y conocimiento de la existencia de este flagelo llamado corrupción que atenta e inhibe el desarrollo de las economías. La corrupción existe desde que el hombre pisa la faz de la tierra, pero ha ido mutando y cosas que en antaño se consideraban normales, hoy son intolerables.
3. ¿Quién le pone atajo a este mal? ¿El gobierno, el parlamento, el poder judicial?
Es deber de todos ponerle atajo, en el momento que entendemos que cada uno tiene el poder de decir NO, o el poder de denunciar, es como podemos crear un círculo virtuoso anticorrupción. Muchas veces nos escudamos en el «yo no puedo hacer nada», pero si cada uno pone de lo suyo, lo podemos parar.
4. ¿Qué puede hacer la ciudadanía?
La ciudadanía tiene en sus manos la llave para dar vuelta al círculo, y transformarlo de vicioso a virtuoso. En la conclusión de nuestro libro «Corrupción a la Carta. Las Malas prácticas sobre la mesa», lo decimos con suficiente claridad: todos tenemos que aportar nuestro granito de arena. La diferencia puede estar en la fuerza que tengamos para transmitir y defender las convicciones no solo con palabras, sino que con acciones. Queremos contagiar a todos los que nos lean y que ellos, a su vez, contagien a otros… y así sucesivamente, plegándonos todos al «hacer lo correcto».
5. ¿Hay clases de ética empresarial o funcionaria en las facultades de ingeniería comercial?
Las hay, pero eso no basta. Tampoco sobran. Debemos sumar todas las iniciativas.
Muchas veces nos quedamos en que con educación se resuelve, pero el problema es que cuando las personas actúan corruptamente, nos justificamos diciendo, es por un bien mayor, por lo tanto todo lo enseñado dura bien poco. Hay una clara disociación incluso entre lo que se piensa y lo que se hace, ya que los incentivos de corto plazo parecen ser mayores.
6. Las organizaciones empresariales, ¿tienen velas en este entierro?
Por supuesto, sobre todo en el rol sancionador de sus miembros, si se aplauden ciertas conductas o no se les da importancia, implícitamente se está diciendo: eso que haces no importa, mientras te vaya bien, des empleo y seas rentable.
7. ¿Cómo estamos en relación al vecindario latinoamericano?
De acuerdo a las mediciones sobre percepción de corrupción, nuestro país está mejor posicionado ubicándonos como uno de los «menos corruptos» de la región, pero eso no es premio de consuelo, vivimos en un mundo globalizado, y nuestras empresas también pueden estar cometiendo estas prácticas en el extranjero.
8. ¿Y en la OCDE cómo estamos en materia de corrupción?
Uno de los beneficios de pertenecer a la OCDE es que hemos dejado de compararnos solo con la región. Ahora nos comparamos con los desarrollados, obligándonos a apuntar hacia estándares más altos y exigentes.
9. ¿Les sorprendió el caso Carabineros?
Así como hemos señalado que no hay ningún país que esté exento de corrupción, ninguna organización compuesta por personas está libre de aquello. Lo de Carabineros, más que sorprender, nos debe llevar a sacar lecciones. A la importancia de poner los controles y los incentivos adecuados que no gatillen el «gen» de la corrupción. A diferencia de lo que ocurre en la práctica, los mayores controles debiesen estar puestos en los cargos de mayor confianza, lugar donde se suelen fraguar las situaciones anómalas de mayor impacto.
10. ¿Cuáles serían los 5 a 10 casos más relevantes de corrupción de los conocidos en Chile a vuestro juicio?
Todos son relevantes. Desde el más mínimo hasta el de mayor cuantía porque una vez que se instala la semilla y esta germina, va siendo más difícil erradicarla. No olvidemos que la corrupción no solo está asociada a dinero, sino que también al uso indebido del poder, aunque este no tenga como fin el enriquecimiento.