«Hace algunos días expuse en un seminario BlackRock -fondo de inversión más grande del mundo- donde reafirmé mi postura acerca de la relevancia del compliance, como una de las claves en el momento que estamos viviendo a nivel global. Aunque en muchas partes del mundo, esto entró por la vía legal, hoy vemos cómo se le está dando un valor agregado a las empresas que cuenten con protocolos y modelos de buenas prácticas.

Sin ir más lejos. BlackRock está apostando por empresas que cumplan con los principios de la inversión socialmente responsable, ESG (por sus siglas en inglés). Básicamente, este tipo de inversión describe un enfoque que incorpora factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo en la toma de decisiones, y forma la base de un enfoque de inversión responsable, que permite a los inversores gestionar mejor el riesgo y, potencialmente, generar rentabilidades sostenibles en el tiempo.

En Chile, esto aún no lo hemos interiorizado. Muchas veces creemos que, por ser un país que «está lejos», esto no va a suceder, o que aún falta mucho tiempo para que estas políticas se implementen, sin darnos cuenta -o sin querer ver- lo que está pasando en países más desarrollados en materia de gobiernos corporativos. No debemos dejar que siga pasando el tiempo. Estos cambios los necesitamos ahora.

Nos hemos acostumbrado, como país, a ser testigos de noticias como las de Essal y CAP en las que apenas fueron pequeñas notas informando sobre la situación de contaminación de aguas, pero hasta ahí quedó. ¿Se solucionó el derrame de petróleo por ejemplo? Esto no puede seguir así, como país debemos ser conscientes del rol que tienen las empresas en la prevención de estas materias y pedir que realmente se tomen cartas en el asunto.

Otros mercados ya se percataron de la importancia de invertir en empresas que cuenten con ESG de manera efectiva. Para esto, el compliance es la base, ya que se ocupa de cómo las empresas logran sus resultados, por lo que ambos conceptos van de la mano.

No obstante, para lograr lo anterior, debemos mirar más allá de lo que exige la normativa, ya que nos llenamos de códigos, pero ¿Entendemos realmente el propósito? La sociedad está esperando cada vez más que los sectores público y privado aborden los asuntos sociales y económicos bajo este prisma, y que inserten el compliance como núcleo de sus actividades.

La presión de la opinión pública es cada vez mayor para las compañías, por lo que éstas deben reconocer su peso en la sociedad. Más que tener meramente un propósito comercial, las empresas deben darle visibilidad a sus procesos, demostrar que la forma a la que se llega  a las metas es ética y beneficiosa para todos. Hemos visto, y seguiremos viendo, entidades que, al ignorar su propósito y sus responsabilidades, no alcanzan el éxito real.

Es por lo anterior, que la exigencias respecto al compliance deberían ser intransables. Más ahora que, según los registros del Banco Central de Chile, los capitales extranjeros obtuvieron US$418 millones durante los primeros seis meses del año, el mayor monto desde 2016. Lo cual, hace que nos demos cuenta de la relevancia que están adquiriendo actores foráneos en el mercado nacional.

Debemos generar un cambio en nuestros procesos ahora mismo, antes de que sea demasiado tarde. Siempre es mejor tener una actitud proactiva al respecto, fortaleciendo la autoregulación. Es muy importante que los fondos de inversión, AFP’s, Family Offices chilenas y en realidad, todas las empresas, se suban ya a este carro y que interioricen el compliance en sus procesos.

Es más que positivo ver que empresas como BlackRock entreguen estos mensajes en pos del buen comportamiento empresarial, para que diferentes instituciones se den cuenta que este es el camino a seguir. Realmente no es una opción, si no se sigue por esta senda, los resultados no van a ser los óptimos. El país, para continuar su camino hacia el desarrollo, depende -en parte- de que las compañías tengan clara su labor y objetivos a largo plazo.

Yo siempre decía que vamos a ser observados por los ojos del futuro, pero me di cuenta que el futuro es ahora».

Por: Susana Sierra

Fuente: Revista Capital

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